Si algo confirma Sting in the Tail es que Scorpions no debería dejarlo, aparte de ofrecernos una colección excelente de nuevas canciones lo que queda claro es que un grupo que está viviendo un momento tan dulce con buenos aforos en sus actuaciones y editando discos como los tres últimos no puede dejar a los seguidores así. Sigue sin convencerme la razón de la separación que cuenta que viendo lo buen disco que es Sting in the Tail a su manager se le encendió la bombilla para invitar a los germanos a dejarlo, con un gran disco como es este, en lo alto, y la banda sin mucho pensárselo pensó que era buena idea. En fin, no me convence, aquí tiene que haber algo más que tarde o temprano saldrá a la luz.
Adentrándonos al disco no creo que decepcione a nadie, es más, con esa recuperación más ochentera que han conseguido en las composiciones volverán a meterse en el bolsillo a todos los fans que no acabaron muy contentos con su anterior Humanity, algo que no comparto pues me parece un disco enorme, aunque ya hablaremos con más calma en breve.
Sting in the Tail tiene un pequeño defecto a mi ver, que no es otro que el factor riesgo, quizás pecan de autocomplacencia y de ir un poco a lo fácil sonando como todo el mundo espera que suenen: temas adicitivos y facilones y buenas baladas. Lo bueno es que estos tíos son tan buenos y las canciones tan cojonudas que es imposible no quedarse contento aunque no quieras. Así canciones como Raised on Rock, No Limits o Turn You On podrían fácilmente convertirse en futuros clásicos de los fans más acérrimos.
En cuanto a las baladas en esta entrega tenemos cuatro, que no son pocas, y todas me han encantado destacando el primer single The Good Die Young que comenté hace no mucho, Lorelei que a mi personalmente me recuerda en ciertas estrofas a Hotel California de los Eagles y la hímnica The Best is Yet to Come, un tema de estadio, hecho para vivir uno de los mejores momentos en la próxima gira.
Lo dicho, escuchando el disco me apena una barbaridad saber que aquí se acaba la historia de estos alemanes, sólo me queda la esperanza de que se lo piensen mejor o que de aquí unos años les entre el gusanillo de nuevo y se den cuenta para lo que han nacido.
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