¿Qué mejor que asistir al último concierto del 2010 para servidor que en un sitio como el Liceo barcelonés con un artista de la talla de Enrique Bunbury? La última vez que estuve en este teatro trabajaba de camarero para sacarme un dinero extra mientras estudiaba, hace casi 10 años ya, la verdad que en aquellos tiempos no imaginé que regresaría casi una década después y menos para ver a Enrique Bunbury, lo que es la vida.
La última vez que me cité con Bunbury fue en el final de la gira de Flamingos, que si mi memoria no falla fue en el Palau de la Vall d'Hebron y la verdad que poco tuvo que ver con lo presenciado antes de ayer en el Liceo. Enrique ha madurado su directo de una forma espectacular, y de los pies a la cabeza su aura emana brillantez. Sabe donde está, sabe quien es y sabe de sobras que tiene unos seguidores que lo adoran, muestra de ello fueron las seguidas aclamaciones a su nombre durante toda la velada. Los temas nuevos sonaron fantásticamente, bueno, todo su set atronó en el Liceo, especialmente me quedó con las nuevas De Todo el Mundo y El Boxeador, que vinieron a confirmarse como sus últimos grandes hits. Sigue recurriendo a canciones de Héroes, no sé si como regalo a los fans o a él mismo, el hecho es que a mí no me importaría que prescindiera de ellas, aunque el placer de sumergirte en una composición como La Chispa Adecuada no lo voy a negar. Tanto Infinito como El Extranjero hicieron tambalear el recinto siendo cantadas por todo el respetable y Bujías para el Dolor se confirma como lo mejor del irregular Hellville de Luxe.
Casi dos horas y media de actuación para cerrar una gira que le ha llevado por medio mundo y que ha mostrado el excelente nivel de forma que Enrique ha adquirido. Mejorar lo presente está difícil, así que nos conformaremos si no se pierde y mantiene lo ofrecido. Queda Enrique del bueno para años, que no se estropee.
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